Mi vida sin celular.....
¿Cómo sería vivir sin celular?¿Tan aburrido e imposible como pasar una Nochebuena sin comida ni regalos? Algunos valientes se atrevieron a aceptar el desafío.
En la Universidad de Springfield, realizaron hace pocos días una investigación muy seria con bastantes participantes en muchas ciudades, con gente de variada edad y en cierta época del año, sobre el uso de celulares.
Hicieron que estas personas dejaran de usarlos durante una semana y los resultados fueron dispares:
Este es Jhon, uno de los participantes, y esto nos contaba:
“El primer día estaba bien, salvo por el tic de llevarme la mano al estuche vacío de la cintura cada cinco minutos. Las segundas 24 horas transcurrieron tranquilas, si no fuera por el temblor de la mano derecha, que cada tanto se movía sola hacia la oreja. El tercer día, con el dedo índice de una mano, marcaba sobre la palma de la otra mano el número de mis amigos. Confieso que fue difícil, en especial para encontrar el asterisco. El cuarto ya no aguanté más: pedí salir de la investigación después de vomitar tres veces para ver si el celular aparecía por ahí”,
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El caso de Hillary (ama de casa) también es curioso: “Yo venía bien hasta el cuarto día, sin dramas, hasta que la voz de ese duende me convenció de que todo era un complot para robarme mi celular. Por eso tiré esos químicos al piso, incendié el laboratorio y le metí cuchillo a ese amable científico hasta que accedió a devolverme mi móvil”, cuenta mientras cocina un omelette.
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Robin, un adolescente que quiso participar del estudio, debió desistir ya que los cirujanos no pudieron extirparle el teléfono de la mano.
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Frederic, un empresario del rubro telefonía, narra su valiosa experiencia: “Yo aguanté como un granadero. Fue muy valioso. Me sirvió. Aprendí que hay percepciones que el ritmo de la vida diaria nos hace perder. Descubrí que hay cosas superfluas que no necesitamos, como los científicos que hicieron este estudio”.
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Antes de terminar su participación en este ensayo –seis días y medio antes de lo planeado– Frederic escribió un texto que se utilizó en las conclusiones del informe: “Mi celular es pequeño, cromado, suave, casi se diría de algodón. Gracias a mi celular puedo conectarme con el mundo y hablar por lo menos tres veces al día con mis hijos, antes de que se vayan a dormir. No sólo eso: casi no los vería en la semana si el celular no tuviera camarita. Gracias a mi celular estoy en contacto con los que quiero: a cualquier hora del día puedo hablar con mis amigos, mis padres, mis hermanos… De otra manera no podría enterarme qué es de la vida de ellos, salvo en fechas como Navidad o Año Nuevo, que es cuando los veo. Gracias a mi celular puedo ir al baño o comer sin perder tiempo, ya que si me hablan estoy ahí y no tengo que esperar a llegar a la oficina para contestar. Si no durmiera con el celular prendido, ningún empleado podría llamarme de noche –o a la madrugada– para preguntarme si esa mañana debe ir a la oficina y yo no podría contestarle que sí, que ese día le toca, y perdería un recurso humano valioso por varias horas, si no fuera por mi celular. Por mi maravilloso celular puedo saber el teléfono de cada contacto, aunque sean cientos, sin tener que acudir a la incómoda memoria. También puedo programarlo para que suene un ringtone el día que vencen los impuestos o a la hora en que me toca acostarme para descansar, levantarme para trabajar, buscar a los chicos en la escuela, reunirme con clientes, ir al gimnasio, arreglarme caries o recargar la batería… del celular”.
Pequeño, suave. La vida sin celular no es fácil, en especial porque todos los que tienen uno preguntan por qué uno no tiene. Es interesante invertir la pregunta: ¿por qué ustedes sí tienen? Las respuestas van de la necesidad laboral hasta motivos de seguridad familiar, argumentos que las estadísticas no apoyan con claridad: pocos pierden algún negocio importante o algún trabajo por no tener este aparato. Y si eso sucede, tiene más que ver con al apuro de los interlocutores (que sí tienen celular).
Por otra parte, las cifras de robos y hechos de violencia no sólo aumentan cada año, sino que incluso se usa el celular para cometer muchos de esos delitos. Y si alguna vez alguien logra evitar un robo gracias a un llamado oportuno desde el teléfono móvil, el hecho se transforma en noticia. O sea, en algo excepcional, inusual, que llama la atención justamente porque no es la norma.
Para gran parte de la gente, un día sin celulares equivale a una Nochebuena sin comida ni regalos de por medio: ¿de qué hablaríamos? ¿Qué nos diríamos? ¿Qué haríamos? ¿Cómo?
Ya se sabe que la tecnología resulta útil en la vida cotidiana, pero el celular es el emblema de aquellos elementos cuya necesidad está centrada en el objeto en sí mismo, más que en su función. O, en todo caso, con una función que trasciende los límites de su necesidad.
Estos aparatos se han convertido en los principales regalos familiares de Navidad. Todo un símbolo de lo que significa hoy la Navidad. Y la familia.
Muchos piensan que no se puede vivir sin celular. Y es cierto: esos muchos no pueden vivir sin él.
Yo ni loco uso celular. Tengo I-pod bluetooth.
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