La mirada de una mujer
Me declaro ignorante ante el lenguaje de la mirada de la mujer, a veces solapado, a veces de soslayo, con implícitas y románticas aceptaciones, la mirada de la mujer es la seductora por excelencia, es un arte del innatismo femenino, saben decirte ¡NO! con su pestañeo singular mientras sus labios te dicen “no me creas’…
Quisiera penetrar en el alma de una dama a través de mi mirada, pero jamás he podido, esa facultad se la otorgó Dios a ella, la mujer puede prescindir del lenguaje verbal, porque sus pupilas son versos floridos, con su rítmico parpadeo vivifica mis raíces de hombre sediento, no existe complemento más perfecto que una tibia mirada marcada por una tenue sonrisa, juro no poder explicar esa fusión de ojos y labios, esa sensación me domina y ante la impropiedad de explicar ese sentimiento elegantemente subyugador, a ella me someto.
Pero la mirada de la mujer no es sólo romanticismo ni evocadora de pasión, también he visto la mirada vidriosa cargada por un dolor inenarrable de un madre por la perdida de un hijo; he visto la mirada fresca de ternura cuando la joven madre posa sus delicados labios en la frente de su criatura en humilde cuna a la mirada de la blanca luna; he visto la mirada de la obrera que se traga sus lágrimas y sacrifica su bocado para suplírselo a sus hijos; he visto la mirada dual de la mujer traicionada cargada de rabia nostálgica…
Pero que sublime es la oportuna mirada inocente de una hija, una nieta, cuando el dolor nos abate y estamos alicaídos. Juro que si alguna vez naufrago le ruego a Dios que sea en una lágrima de mujer entre una bandada de palomas de primaverales, engarzando sueños de pétalos al pie de los parpados semi caídos de una madrugada cargada de perfumes, pero siempre de pie o de rodilla de frente al verbo elocuentemente sutil y sugestivo de una mirada de mujer…
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