Preguntas sin respuesta
Preguntas sin respuesta
Por Claudio Valerio
En los inquietos años iniciales de la revolución centenares de miles de
cubanos se alejamos de la patria querida. A muchos los despojaron de sus
bienes, injusta y desaforadamente; a otros los expulsaron agresivamente de
sus trabajos y del ejercicio de sus profesiones, y a los que expresaron
inconformidad con lo sucedido los encarcelaron, y a los menos afortunados
les llevaron al paredón de fusilamiento.
En aquellos días el triunfalista tirano gritaba desde la tribuna que los
“traidores” que abandonaban la revolución -revolución de la que no quisieron
participar, por innecesaria y anárquica-, algún día se arrepentirían porque
Cuba, en pocos años, sería la más próspera nación de América.
Han pasado, de aquellos años, casi cinco décadas. Tiempo suficiente para que
los exiliados se arrepientan y para que los cubanos de la Isla respiraran
libertad, gozaran de abundancia y se sintieran orgullosos de la tierra bella
en la que han nacido; pero ha sucedido todo lo contrario. Los que optaron
por la inquieta ruta del destierro han echado raíces muy fructíferas en los
sitios donde les ha tocado ir, y desde sus ubicaciones han extendido mano
generosa de ayuda a los que en la Isla quedaron atrapados por la infame red
de mentiras, promesas falsas y cadenas esclavizantes...... Fatídico saldo de
la absurda revolución castrista.
A los supuestos marxistas que aún quedan en Cuba amamantados por la sucia
ubre de una decadente revolución, ¿no se les ha ocurrido preguntarse por qué
la gente se va de una tierra de la que se dijo que fluiría “leche y miel”?
A los dirigentes que visten guayaberas de lino y todavía conducen
automóviles y visitan hoteles y restaurantes de lujo, ¿no se les ha ocurrido
preguntarse por qué una revolución que prometió igualdad social está cuajada
de ostensibles diferencias?
A los llamados “mayimbes”, los que se han instalado sempiternamente en la
cima del poder, les cabe la misma pregunta: ¿no se han cuestionado ustedes
la razón de ser de una revolución que le corta el alimento a los niños, les
cercena el futuro a los jóvenes, les quita la paz a los ancianos; les escupe
chorros de miseria a las personas de la raza negra y trafica
internacionalmente con la honra de las mujeres cubanas?
Ya Castro está al borde de su extinción. ¿Por qué no pasa balance a sus 50
años de tiranía?.... Es lamentable que un hombre que pudo haber sido una
figura respetada por el pueblo, haya llegado a viejo con las manos tintas en
sangre, la honra sucia de fango, las espaldas cargadas de injusticias, de
arrogancias infames y de deslealtades sin número.
¿Por qué en sus “reflexiones” que obligadamente aparecen en el libelo
Granma, el tirano no se pregunta por qué casi cincuenta años después, la
gente se va de la Isla en lanchas, balsas, canoas y en cualquier cosa que
flote, o pagan sus familiares miles de dólares por proveer fuga a su familia
en lanchas rápidas?. No puede ignorar el cadavérico comandante que la
juventud cubana aspira a hacer carrera fuera de la Isla. Así lo demuestran
los atletas que la tiranía quiere encadenar a la pobreza, y que tan pronto
pueden dan un salto vertiginoso hacia la libertad. La meta, considerada
antipatriótica y traidora por el desvencijado tirano, es la de salir del
infierno en que han convertido a Cuba para echar a correr sus ilusiones en
tierras ajenas. ¿No tiene valor el vetusto gobernante para encararse a esta
realidad.
¿A quién le gusta vivir sin libertad?. Aplaudir al tirano que aprieta las
cadenas es una humillación que repugna, tener que oír un programa de radio o
ver uno de televisión a escondidas, con miedo al espionaje vecino, es una
afrenta al decoro personal. Ir de compras y traer retazos de miseria al
hogar, mientras al mismo tiempo los extranjeros y los privilegiados del
régimen van a tiendas diplomáticas y llenan sus bolsas de productos a los
que no tienen alcance los demás es una ofensa que golpea la dignidad.
Vivir al capricho de una inservible tarjeta de racionamiento es una
injusticia instituida por un degradante sistema de gobierno, viajar en
autobuses escasos, sucios, descuidados, es una afrenta para las mujeres y
una descarnada burla para el pueblo. Trabajar sin horario ni salario, al
arbitrio de jefes endiosados que abusan de su poder es sufrir el despotismo
como si se tratara de un latigazo en la espalda.
La gente se va de Cuba porque carece hasta del derecho a opinar. Disentir es
cometer un delito. Oponerse es una opción que conlleva pena carcelaria. Un
país en el que los padres no pueden escoger la escuela adonde mandar a sus
hijos y los jóvenes no pueden seleccionar sus carreras si no se convierten
en marionetas del sistema, es una desgracia de la que hay que huir.
Un país en el que el hambre es la palabra de pase, la sumisión es el pago
que se hace para sobrevivir fuera de la cárcel, y las puertas para irse al
exterior están cerradas a profesionales y a personas de determinada edad, e
imposibles también de abrir por el resto de la población, es un país macabro
e irreal. ¡De ese país se van en desbandada los que puedan y los que sueñan
ilusiones de cambio! .
Debo aclarar que yo lamento que las cosas sean así. Lamento la tragedia de
esa tierra, me preocupa el sólo pensar que Cuba deje de ser Cuba para
convertirse en un apéndice del imperio venezolano, que está cimentando a
base de millones de dólares el delirante tirano de la tierra de Bolívar. Me
perfora el alma ver a los cubanos amontonados en balsas vendiéndole a la
suerte el valor de sus vidas; me revelo interiormente cuando sé de hombres y
mujeres llenos de esperanza que devuelven a la Isla después del intento
baldío de una riesgosa escapatoria.
¿Qué pasa con los “compañeros responsables” que todavía ejercen el mando en
la “tierra más hermosa que ser humano haya visto”?...
Reflexión final: Al pensar en todo esto, y asociarlo en estos tiempos que vivimos,
puedo decir que no me alcanzarían mil vidas para aborrecer, como quisiera
hacerlo, a los delincuentes y facinerosos que me están arrebatado la tierra
en la que nací.
0 comentarios