CUANDO UNA MADRE MUERE
CUANDO UNA MADRE MUERE
Por Claudio Valerio
Hoy han dicho que ha muerto una madre. Claro que las madres nunca mueren, anidan en los ojos y sentir de sus hijos ¡viven! más allá de la muerte, más allá de la vida.
He sentido un golpe escalofriante al chocar con la realidad de la partida, y vienen hacia mí escenas ya vividas; al llegar del trabajo sudorosa y cansada con inmensa fatiga y sentir los reclamos de mi hijo pretendiendo obtener el tiempo que ha perdido, quitarlo de mi lado rezongona para obtener el descanso merecido.
¿Es que acaso no ha sido suficiente el perder a mis seres tan queridos y lograr aprender que lo que tengo son mi única y real alegría?. Un minuto, un segundo, una palabra y el mundo cambiaría.
¡Señor! Dame ojos para ver lo que se ha ido y transitar gozando de la vida, dame la luz que me acompañe iluminando el camino de alegría. Si trabajando más tendrá mi niño más juguetes y menos fantasías. Si más horas me lleva la tarea, no consolaré yo sus enojos ni escucharé sus frases repetidas. Que si quiero riquezas las obtenga descubriéndolas todos los días en la risa de mi niño y la mía.
¡Señor dame equilibrio! Yo prometo aprender en cada día. Dame Señor el mayor de tus tesoros: dame Señor La Vida.
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