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Campamento Virtual

LUCIDEZ Y SOSIEGO
El más fantástico reto del ser humano es vivir más despierto.
El desafío más colosal, hallar la paz interior.
El logro más provecho­so, la claridad mental.
 
El sosiego conduce a la lucidez de la mente; la lucidez de la mente desemboca en el sosiego. Éste es una ener­gía que no se halla sino en nuestro interior. El verbo «sosegar» de­riva de sessiecare, «sentarse», «asentarse» (sess- un: «sentado»). Y es que nos sentamos en meditación para situamos y hallar la quietud en los recovecos de nuestro ser. La raíz de la palabra «quietud», por su parte, significa «descanso»: la quietud es el verdadero repo­so; el auténtico descanso es la quietud. Es lo que nos renueva, «re-centra», armoniza y sana.


Lucidez y sosiego son los dos puntales de la clara comprensión, aquella que carece de pantallas y filtros mentales, hace la visión más libre y con más brillo, vitalidad e intensidad, sin enmascarar­la tras deseos o antipatías. Esa mirada despejada y no condiciona­da es la que permite el aprendizaje a cada instante, porque no re­molca los esquemas, frustraciones y experiencias del pasado. Resulta capaz de transformar interiormente a la persona, ya que le permite liberarse del surco repetitivo de conciencia en el que ha es­tado inmersa. Es una visión sin interferencias, que invita a evolu­cionar y convierte el devenir cotidiano en un ejercicio de autoco­nocimiento y madurez.
De este modo, el sosiego interior, que se gana mediante un es­fuerzo consciente y la sujeción del ego, nos permite percibir sin superponer nuestros anhelos, miedos y aversiones.
 
Desde esta claridad, la mente, más silente, puede descubrir lo que es en todo su fluir y esplendor; podemos tomar conciencia de nuestros mo­vimientos psíquicos y emocionales, escuchar con viveza inusual a la persona con la que nos comunicamos, sentir con gran fres­cura y vitalidad el abrazo del ser querido o conectar con el pro­digio de un amanecer. El ego deja de interferir y, con él, se rele­gan la sombra del pasado, los moldes de pensamiento, la visión condicionada. La verdadera quietud interior abre una vía de ac­ceso a esa totalidad que nos contiene y recupera la percepción unitaria de todo lo existente. Ésa es una enseñanza que, a dife­rencia de la acumulación de datos y experiencias mecánicamente codificados, nos aporta realmente algo muy valioso y nos ayuda a evolucionar.

Sin embargo, hasta que no mudamos de veras nuestra fosilizada psicología, somos víctimas de innumerables autodefensas narcisis­tas y atrincheramientos mentales que enrarecen nuestra atmósfera interior y nos impiden abrimos y aprender de las configuraciones cambiantes de la existencia. Recurrimos a la racionalizació n incluso para ocultar nuestras cualidades más negativas y justificar nuestra ausencia de virtud.
 
 
Ramiro Calle - El libro de la serenidad

 

 
Any 

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