Sufrir es más fácil que asumir la solución
Sufrir es más fácil que asumir la solución
Por Claudio Valerio
Cada día debo enfrentar las cosas no resueltas en mi familia, en mi trabajo, en mi ciudad, en mi país y en mi mundo. Los conflictos se van acumulando sobre mi corazón como capas de polvo. El problema con mis hijos, la falta de alegría en lo que hago para ganar dinero, la violencia y el miedo en las calles de mi ciudad, la pobreza, las mentiras oficiales de los aparatos del Estado, los huracanes en el Caribe, el asesinato de niños en Chechenia. Cada día las siento acumularse como un peso que no puede ser solucionado. ¿Qué puedo hacer yo para evitar la guerra en Irak? ¿Para acabar con la delincuencia? ¿Para terminar con la corrupción?... La respuesta suena amarga y parecería ineluctable: ¡Nada!
Entonces sufro, me amargo en la profundidad del alma, me conmuevo, lloro por los muertos, grito contra el gobierno en la cocina de mi casa, resiento a mi esposa, lastimo a mis hijos. Y a la noche me desconecto para olvidarme de todo por unas horas. Prefiero sufrir, de alguna manera es más manejable, más cómodo. Pero la vida sigue demandando soluciones, soluciones grandes, aparentemente dramáticas. Hacerlo sacrifica mi comodidad, exige mi fortaleza y mi entereza para sostener los cambios. No creo poder hacerlo. Sin embargo, me viene a la memoria que las grandes construcciones están hechas de pequeños ladrillos.
ASÍ ME CUESTE TRABAJO, HOY APORTARÉ UNA PEQUEÑA SOLUCIÓN PARA EL MÁS PEQUEÑO DE MIS PROBLEMAS, PARA EL MÁS INMEDIATO. MI SOLUCIÓN SERÁ UNA PARTE DE LA SOLUCIÓN GLOBAL DE LOS PROBLEMAS DEL MUNDO.
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