El arte de saber hacerse el tonto
Mi mamá me decía con frecuencia que yo iba salir adelante no por inteligente, sino por tonto.
Esta afirmación que entonces me ofendía, con el tiempo me ha llegado a parecer sabia y útil.
Ahora me doy cuenta de lo importante que es saber hacerse el tonto.
Por ejemplo:
- Si un pariente cercano me dice un indirectazo para ofenderme, me hago el tonto que no entiende y así no le doy el gusto de amargarme la vida.
- Si quiero aprender algo que me cuesta trabajo, me hago el tonto, no sucumbo a la impaciencia de los demás y sigo intentando hasta lograrlo.
- Si mi compañero de trabajo o mi superior permanecen irritados la mayor parte del tiempo, no pienso que es conmigo
o por mí, sino que me hago el tonto y me digo: "Debe ser que le duele una muela" y de esa manera me hago inmune al
contagio de ese dolor.
- Cuando dicen "no" a mi objetivo, me hago el tonto y entiendo "todavía no" y así me permito seguir buscando formas de
conseguirlo.
- Si algo que intento cien veces no me resulta como quiero, no me tildo de tonto por no haberlo logrado, sino
que pienso en lo tonto que sería si desistiera después de tanto esfuerzo.
- Cuando estoy hablando por teléfono con alguien de quien necesito un servicio o información y la persona sube el tono
de voz más de lo necesario y vocaliza cada palabra exageradamente,
tal como si dijera: "No seas tonto, ¿acaso no entiende lo que le estoy diciendo?" Decido entonces respirar profundamente, contestarle pausadamente y con calidez, dándole las gracias por su paciencia con mi falta de entendimiento...
Esto funciona como magia la mayoría de las veces para cambiar las mareas a mi favor.
En verdad, confieso que me gustaría poner en práctica estos consejos más frecuentemente, porque en realidad no hay
nada que me parezca más tonto que tratar de parecer correcto e inteligente todo el tiempo y con todos.
Feliz domingo, y mejor inicio de semana.
Claudio Valerio
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