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Mensajes de mi Tierra (3)

Mensajes de mi Tierra (3)

Terminaba mi anterior mensaje diciendo que, a diferencia de las otras especies, el Hombre presentaba dos tipos de evolución: por una parte, como los otros seres vivientes, vegetales y animales, tiene una evolución genética, lo que quiere decir que su cuerpo tiene cierta capacidad de cambio, para una mejor adaptación a las condiciones del ambiente en el cual vive. Pero, por otra parte, tiene una evolución que le es propia, la evolución cultural: mientras el gato que describe el naturalista Buffon, que vivía hace más de 250 años, es exactamente parecido en su comportamiento al gato que conocemos hoy, el Hombre de hace dos siglos y medio difiere considerablemente del de hoy, en muchos aspectos de su modo de vivir, de sentir y hasta de pensar. De eso quiero hablarte hoy.


Hace sólo doscientos cincuenta años no existían ninguno de los motores que conocemos hoy: no había ni motor a vapor, ni motor eléctrico, ni motor a explosión, ni motor a combustión lenta. Las únicas fuentes de energía mecánica eran: las caídas de agua, naturales y artificiales, que accionaban las ruedas de los molinos de agua o de las bombas, el viento, que hacía funcionar los molinos de viento. Además se utilizaba sólo la energía humana y la de los animales. Los únicos vehículos tenían tracción "a sangre", animal o humana. El alumbrado, tanto de las casas como de las calles, utilizaba aceite o velas.

Los medios de transporte terrestre sólo utilizaban la energía animal o humana y los de transporte marítimo la del viento y del hombre.

Los ojos eran la única fuente de conocimiento visual del mundo, ya que ni el microscopio ni el telescopio habían sido inventados-ambos lo fueron a mediados del siglo XVII- sólo podían observarse los objetos directamente visibles por el ojo, pero no los mas lejanos ni los más pequeños que estos dos aparatos dejarían observar más adelante. Luego la percepción objetiva del mundo estaba limitada a lo que se podía ver con el ojo. Lo demás era dominio de los mitos y de las creencias.

Pero hay en el Hombre una fuerza que lo empuja a buscar nuevos horizontes, nuevos caminos, nuevos medios de hacer las cosas y a inventar.

Lo más importante fué el deseo de aplicar la Ciencia- o sea lo que se sabía del Mundo- no sólo para interpretarlo sino para transformarlo.

Cuando un número creciente de hombres cultos dedicó sus energías a unir el saber teórico con el práctico, es decir unir la Ciencia con la Tecnología, el Hombre empezó a transformarme como nunca antes. Ha cambiado más mi superficie en los últimos 250 años que en los millones de años anteriores.

He aquí algunos ejemplos: en 1769 James Watt patentó la primera máquina de vapor. El uso de esa nueva fuente de energía se aplicó primero a la industria textil, lo que revolucionó la fabricación de los tejidos, limitada antes por la velocidad de la mano humana y su resistencia al cansancio. Luego se aplicó a la metalurgia y, en 1813, Stephenson fabricó la primera locomotora, una máquina de vapor, pero móvil.

Cincuenta años más tarde empezó a fabricarse el acero y con ello los rieles de acero para los ferrocarriles, los cuales se llaman así porque durante un tiempo los rieles eran de fierro, ya que el acero no existía. A su vez los ferrocarriles revolucionaron los transportes, por su rapidez y su capacidad de carga.

De eso hablaremos en mi próximo mensaje.

Tu amiga la Tierra

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